Los divorcios arrecian en septiembre: por qué este mes es la ‘guillotina’ del amor

En esto del ‘salseo’ (con perdón), no se habla de otra cosa: Tamara Falcó e Íñigo Onieva han roto su relación y también se separan Laura Escanes y Risto Mejide. ¿Qué pasa después del verano? Porque algo pasa, ¿no?
Septiembre es un mes de finales y comienzos, un mes catártico, un mes propicio para poner el contador a cero. Al menos en intenciones. Muchos trasladan este ‘borrón y cuenta nueva’ al amor y deciden dar carpetazo a parejas que no funcionan. Septiembre es, pues, la guillotina, la puntilla, el acabose.

Hemos visto estos días dos parejas de ‘celebrities’ que han roto, Tamara Falcó-Íñigo Onieva y Laura Escanes-Risto Mejide, y otros años vimos también a Dulceida y a Angelina Jolie, entre otros famosos, pero ojo que nadie escapa a la ferocidad del ‘efecto septiembre». Se podría decir que tanta playa, tanta montaña y tanta guía ‘Lonely Planet’ hacen verdaderas escabechinas en las historias de amor.
Dice el INE, que nos tiene a todos retratados con sus minuciosas estadísticas, que el año pasado se produjeron 90.000 rupturas sentimentales, entre separaciones y divorcios. Dice también que la mayoría se produce entre los 40 y los 49 años. El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sostiene, además, que el número de divorcios es mayor en el tercer trimestre del año, en concreto en septiembre. ¿Pero qué demonios pasa en este mes?

Hay que tener en cuenta un asunto muy poco conectado con las emociones y sí, en cambio, con las burocracias, las ventanillas y los papeleos, y es que agosto es un mes inhábil judicialmente, por lo que se acumulan las demandas de divorcio. Pero hay más motivos y atañen, claro, al corazón.
La ‘culpa’ es de la vacaciones
La psicóloga Sara Navarrete, directora Centro de Psicología Clínica y de la Salud de Valencia, explica: «Normalmente las crisis se arrastran desde tiempo atrás pero en verano, como tenemos menos estrés laboral y menos preocupaciones, focalizamos más en cómo va la relación». Es decir, el tiempo libre nos hace pensar, y pensar, a veces, nos lleva a la conclusión de que queremos un cambio en nuestra vida.
Además, en verano «al pasar más tiempo compartido en pareja, hay más discusiones y también se hace más presente la falta de comunicación que no hemos afrontado o hemos evitado durante el año», sostiene. De modo que lo de que ‘el roce hace el cariño’ puede ser que sí, o puede ser que no. Depende, como casi todo.

La psicóloga Ana Villarrubia, por su parte, insiste en que la rutina del día a día funciona de «alfombra bajo la que todo se barre» y muchas parejas llegan a septiembre sin esa inercia por la que se dejan arrastrar en otros momentos del año. «Nos damos cuenta de quién es la persona con la que verdaderamente compartimos nuestra vida. Muchas veces, por desgracia, no nos gusta demasiado lo que vemos…», afirma.

El verano suele ser es sinónimo de parar, de hacer balance, de planificar y de proyectar. En verano no se puede no convivir y, por eso, si hemos descuidado la pareja, el verano también es el momento idóneo para dejar de hacerlo, e intentar reconducir las dinámicas de relación de pareja antes de que ya sí sea demasiado tarde y solo quede evidenciar la distancia.
Consejos para ‘sobrevivir’ al verano

Pese al tiempo para pensar y a una convivencia más intensa, no todo está perdido, ni mucho menos. Es momento, precisamente, de cuidarnos más y mejor, si acaso durante el resto del año hemos ‘pecado’ en ese sentido. Lógicamente, esto va dirigido a lo enmendable, porque si la cosa va ‘malamente’, mejor no estirar el chicle.

Sara Navarrete propone estos consejos para salir indemne de los meses de estío y no ser quien engrose las estadísticas del CGPJ: Tomar conciencia y reflexionar sobre cuáles son los puntos de riesgo que pueden hacer que la pareja estalle para intentar controlarlos antes de que sucedan o tenerlos en cuenta en caso de que se den. En este sentido, «es necesario tener conversaciones incómodas», dice. La razón es que solo con hablar conseguimos que un nudo se deshaga en nosotros y evitamos soluciones drásticas. Además, le damos tiempo al otro para reaccionar y ponerse en tu lugar. «En consulta vemos muchas veces que el miembro abandonado de la pareja se queda totalmente sorprendido ante la ruptura», afirma.
Tener un plan. La psicóloga pone un ejemplo: hay que hablar con el otro sobre qué pasaría si se produce una infidelidad e, incluso, qué es exactamente una infidelidad para ellos. Para uno puede ser una relación sexual, pero para otro, una conversación determinada, sin contacto de por medio, constituyen unos ‘cuernos’ como una catedral. También hay que establecer acuerdos, recomienda, sobre si tener hijos y cómo actuaremos si llegan. «Cuando estamos bien, creemos que no tendremos diferencias, pero sea como sea, es mejor hablarlo antes», dice.
Tomar acción y revaluación. La experta propone, por ejemplo, un día a la semana buscar un espacio de consenso en la pareja para hacer análisis y ver cómo está la situación, si alguien necesita expresar su descontento y poner la solución en común.
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