Una persona neutral analiza la situación familiar y de convivencia y ayuda a negociar acuerdos
A veces tenemos problemas con nuestra pareja y no sabemos cómo resolver lo que nos separa. El deterioro que provoca en la relación lleva a romperla, con la separación o el divorcio. Ante esto, la mayoría de las veces las parejas decide no continuar, y apuestan por la separación definitiva, pero hay otras que quieren intentarlo un poco más o es el juez el que les exige que lo hagan, es decir, que antes de la ruptura definitiva recurran a la mediación. Esta disciplina es poco conocida en nuestro país y en Europa, donde tan solo un 1% de la población recurre a ella, como vía de resolver conflictos y buscar alternativas a la posible ruptura. Una opción útil más en un país como España en el que, según datos del primer trimestre de este 2017, han aumentado un 4,8% los divorcios y las separaciones, según informó el Consejo General del Poder Judicial.
La mediación como disciplina surgió por primera vez en Estados Unidos en la década de los sesenta. Y cuando esta se establece en situaciones de separaciones o divorcio es un proceso en el que las parejas solicitan o aceptan la intervención de una tercera persona, llamada mediador, con la que establecer una negociación que les permita llegar a acuerdos, de tal forma que la separación no sea un obstáculo para ellos ni para sus hijos, si los hubiera, y así mantener una relación abierta y equilibrada entre ambos.
«En la práctica, la mediación supone que los participantes afronten conjuntamente la búsqueda de soluciones a los distintos problemas de reorganización familiar que supone la ruptura de su relación de pareja, para lo cual, deciden voluntariamente ponerse en manos de un mediador familiar, imparcial y cualificado que desarrolle un proceso de mediación y guie entre ellos una negociación que les permita llegar a acuerdos», explica Carlos Abril, mediador familiar de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF).
«No existe una sesión tipo», continúa Abril, «pero, normalmente, en la fase de premediación se empieza a configurar la relación de los usuarios con el mediador y se definen con detalle los compromisos que los participantes van a adquirir a la hora de iniciar la terapia». «En esta etapa, se desarrolla la denominada entrevista inicial que es fundamentalmente de tipo informativo. Estas son inicialmente muy directivas, y en ellas el mediador va a monopolizar la conversación con la intención de intentar crear un clima de confianza, ganarse la credibilidad de los participantes y rebajar los niveles de tensión existentes entre la pareja», prosigue. «A esta entrevista inicial le sigue una o dos entrevistas más, denominadas de verificación y que tienen como finalidad la obtención de una información completa y detallada sobre cuáles son los cuestiones que han llevado a cada uno de los participantes a plantearse la posibilidad de la ruptura»
A continuación, llega la fase de negociación en la que se establecen los puntos de acuerdo y de disputa, sabiendo cuál es el orden que debe seguir la mediación. «En concreto, se pueden abordar temas tales como todo lo relacionado con la salud y educación de los/as hijos/as, el tipo de formación que consideran más adecuada para ellos/as (laica o religiosa), con quién y dónde van a vivir los/las hijos/as una vez que se haya producido la ruptura, cómo van a ser las relaciones con el progenitor con el que no convivan en cada momento…», explica Abril.
En mediación no «solemos hablar en términos de éxito, sino de eficacia de la intervención porque consideramos que el establecimiento de un diálogo entre una pareja dirigido a la búsqueda de soluciones nunca puede considerarse como un fracaso, incluso, aunque al final no se llegue a acuerdos», argumenta el experto. «Su eficacia se establece en función del porcentaje de participantes en la mediación que una vez iniciado el proceso de mediación llegan a acuerdos y este porcentaje se encuentra aproximadamente en el 70% de los casos», termina Abril.
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